danzantes de Ciudad Guzmán

Grupos de sonajeros y danzantes en Ciudad Guzmán, durante muchos años de han dedicado mantener viva la tradición.
en el año de 1749 se  conformo el grupo de sonajeros conocidos como La Josefina, la más antigua y de mayor tradición de la ciudad. En la actualidad, en Ciudad Guzmán existen dos decenas de cuadrillas de sonajeros.
La preparación de algunos grupos, inicia desde los últimos días de agosto aunque muchos empeizan a ensayar desde enero en alguna unidad; la mayoría inicia tal preparación en las primeras semanas de septiembre. Los ensayos se realizan en las calles, fuera del domicilio de alguno de los integrantes de una cuadrilla; llegados los días del novenario, los integrantes de las cuadrillas pasan a danzar diariamente por fuera de la catedral, antes de que inicie la quema de los tradicionales juegos pirotécnicos: el castillo y los “toritos”.

 Los días principales de la festividad: el 22 de octubre día de la “misa de función”; el dia 23, en el desfile de carros alegóricos y el 24, día en que acompañan el regreso de las imágenes de los santos patronos, desde la casa del mayordomo de la festividad hasta la catedral.

 Historia
En algunos pueblos y ciudades del sur, al acercarse los días de la fiesta religiosa tradicional, empezaba a sonar la flauta de carrizo, acompañadas rítmicamente por las percusiones de los tamborcillos de doble membrana, desde inmemorial tiempo, por medio de la danza se hacían merecedores de las condiciones favorables para que se renovara la vegetación, las semillas cultivadas crecieran y generosamente dieran frutos, para que se multiplicaran los animales y aves que eran su sustento, dando paso a la posibilidad de una cosecha y caza abundante que les permitiera sobrevivir.
Como esta danza ritual estaba ligada a la fertilidad, se utilizaba el color rojo asociado al amarillo. Éstos eran los colores dominantes en la vestimenta: el rojo, que simbolizaba la salida del sol, el renacimiento, la vegetación tierna; el amarillo, el color del sol, del fuego, elemento importante para el desarrollo de las plantas tiernas y para que maduraran los frutos.

Vestuario
está compuesto por el chaleco, ornamentado con flecos y orlas de listones y calzonera de color oscuro, sostenida por el ceñidor; elementos con los que se reviste el sonajero, teniendo como base de la vestimenta, camisa de manga larga y pantalón de color blanco, en el extremo de cada pierna, una cenefa de color rojo, a la que se le da el nombre de “polvera”. Calza los tradicionales huaraches de orcaria o “de petatillo”, según su gusto o tradición en la cuadrilla.

claro que no podría faltar la sonaja, madero labrado cuyas oquedades contienen varias ruedas metálicas en acomodo tal que, al mínimo movimiento, provocan sonido. La sonaja representa un dardo, un rayo solar que fecunda la tierra. En el México antiguo esta sonaja era llamada chicahuaztli, siendo uno de los elementos que distinguían a las deidades de la fertilidad: Tozi, Xippe Totec, los tlaloques, Chalchiuhtlicue, Xillonen, etc., a quienes se les representaba con este bastón-sonaja en las manos, por su relación con la fertilidad.

Coreografía y música
está se puede conformar desde veinte personas hasta cien y son acomodados en dos filas.
Fuertes remates con los pies sobre el piso marcan el ritmo de la ejecución, junto con la  música, ejecutada con flauta de carrizo y tamborcillo de doble membrana por los piteros pueden ser dos.
Complementándose con giros de adentro hacia fuera y de afuera hacia adentro de las filas, cruzamientos, engarces (“amarres”) y otras evoluciones, lo que crea una vorágine con el conjunto multicolor del vestuario de los danzantes.
Es usual encontrar que a un mismo son se le conoce con nombre distinto en diferentes lugares (aunque sea el mismo en cuanto al contenido melódico). Algunos de los más conocidos son: “El maíz negro”, “El sonajero”, “La culebra”, “El caracol”, “El ocho” o “La pozolera”, “La ola”, “Morisma”, “El monito”, “El remolino” o “Mar de cuatro vueltas”, etc., algunos otros denotan la referencia a una localidad, como “El zapotleco” o “La tuxpaneca”; también existen sones llamados “de contradanza”, como “San Antonio”, “La pájara pinta” y otros más, de este tipo, sin nombre.